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Moisés dejó las llanuras de Moab y se dirigió al Monte Nebo, subiendo hasta la cima del Pisga que mira en dirección a Jericó. El Señor le mostró todo el país, desde Galaad hasta Dan. Esto incluía todos los territorios de Neftalí, Efraín y Manasés, Judá hasta el mar Mediterráneo, el Néguev y el valle del Jordán desde Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Zoar.
El Señor le dijo: “Este es el país que prometí solemnemente a Abraham, Isaac y Jacob cuando dije: ‘Se lo daré a tu descendencia’. Te he permitido verlo por ti mismo, pero no vas a entrar en él”.
Moisés, el siervo del Señor, murió allí en el país de Moab, tal como el Señor había dicho. Lo enterró en un valle allí en Moab que está frente a Bet-peor, pero nadie sabe hasta hoy dónde está la tumba de Moisés.
Moisés tenía 120 años cuando murió, pero aún veía claramente y era fuerte. Los israelitas lloraron por Moisés en las llanuras de Moab durante treinta días, hasta que el tiempo de duelo terminó.
Josué, hijo de Nun, se llenó de espíritu de sabiduría porque Moisés había puesto sus manos sobre él para dedicarlo.* Ver Números 27:18. Los israelitas atendieron y siguieron las instrucciones que el Señor le había dado a Moisés. 10 Desde entonces nunca ha habido un profeta en Israel como Moisés que fuera amigo íntimo del Señor. “Que fuera amigo íntimo del Señor”: literalmente, “a quien el Señor conoció cara a cara”. 11 El Señor lo envió a llevar a cabo todas las señales y milagros en Egipto para convencer al Faraón y a sus oficiales, y a toda la gente del país. 12 Moisés hizo estas increíbles cosas con tremendo poder mientras los israelitas lo veían.

*34.9 Ver Números 27:18.

34.10 “Que fuera amigo íntimo del Señor”: literalmente, “a quien el Señor conoció cara a cara”.