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Y EN el segundo año del reinado de Nabucodonosor, soñó Nabucodonosor sueños, y perturbóse su espíritu, y su sueño se huyó de él.
Y mandó el rey llamar magos, astrólogos, y encantadores, y caldeos, para que mostrasen al rey sus sueños. Vinieron pues, y se presentaron delante del rey.
Y el rey les dijo: He soñado un sueño, y mi espíritu se ha pertur­bado por saber el sueño.
Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey, para siempre vive: di el sueño a tus siervos, y mostraremos la declaración.
Respondió el rey y dijo a los caldeos: El negocio se me fue: si no me mostráis el sueño y su declaración, seréis hechos cuar­tos, y vuestras casas serán pues­tas por muladares.
Y si mostrareis el sueño y su declaración, recibiréis de mis dones y mercedes y grande honra: por tanto, mostradme el sueño y su declaración.
Respondieron la segunda vez, y dijeron: Diga el rey el sueño a sus siervos, y mostraremos su declaración.
El rey respondió, y dijo: Yo conozco ciertamente que voso­tros ponéis dilaciones, porque veis que el negocio se me ha ido.
Si no me mostráis el sueño, un solo decreto será para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de , entre tanto que se muda el tiempo: por tanto, decid­me el sueño, para que yo entien­da que me podéis mostrar su interpretación.
10 Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el negocio del rey: demás de esto, ningún rey, príncipe, ni señor, preguntó cosa semejante a ningún mago, ni astrólogo, ni caldeo.
11 Finalmente, el negocio que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.
12 Por esto el rey con ira y con grande enojo, mandó que mata­sen a todos los sabios de Babilonia.
13 Y publicóse el mandamiento, y los sabios eran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos.
14 Entonces Daniel habló con consejo y sabiduría a Arioc, capitán de los de la guarda del rey, que había salido para matar los sabios de Babilonia.
15 Habló y dijo a Arioc capitán del rey: ¿Qué es la causa que este mandamiento se publica de parte del rey tan apresuradamente? Entonces Arioc declaró el nego­cio a Daniel.
16 Y Daniel entró, y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría al rey la declaración.
17 Fuese luego Daniel a su casa, y declaró el negocio a Ananías, Misael, y Azarías, sus compañe­ros,
18 Para demandar misericordias del Dios del cielo sobre este mis­terio, y que Daniel y sus compa­ñeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia.
19 Entonces el arcano fue revela­do a Daniel en visión de noche; por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
20 Y Daniel respondió, y dijo: Sea bendito el nombre de Dios por siempre jamás: porque suya es la sabiduría y la fortaleza:
21 Y él muda los tiempos y las estaciones: quita reyes, y pone reyes: da la sabiduría a los sabios, y el conocimiento a los entendidos:
22 Él revela lo profundo y lo escondido: conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él.
23 A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, que me diste sabiduría y fortaleza, y ahora me enseñaste lo que te pedimos; pues nos has enseñado el negocio del rey.
24 Después de esto Daniel entró a Arioc, al cual el rey había puesto para matar a los sabios de Babilonia; fue, y díjole así: No mates a los sabios de Babilonia: llévame delante del rey, que yo mostraré al rey la declaración.
25 Entonces Arioc llevó prestamente a Daniel delante del rey, y díjole así: Un varón de los trasportados de Judá he hallado, el cual declarará al rey la interpreta­ción.
26 Respondió el rey, y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme entender el sueño que vi, y su declaración?
27 Daniel respondió delante del rey, y dijo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólo­gos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al rey.
28 Mas hay un Dios en el cie­lo, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer a cabo de días. Tu sueño, y las visiones de tu cabe­za sobre tu cama, es esto:
29 Tú, oh rey, en tu cama subie­ron tus pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los miste­rios te mostró lo que ha de ser.
30 Y a mí ha sido revelado este misterio, no por sabiduría que en mí haya más que en todos los vivientes, sino para que yo noti­fique al rey la declaración, y que entendieses los pensamientos de tu corazón.
31 Tú, oh rey, veías, y he aquí una grande imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya glo­ria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible.
32 La cabeza de esta imagen era de fino oro; sus pechos y sus bra­zos, de plata; su vientre y sus muslos, de latón;
33 Sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro, y en parte de barro cocido.
34 Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, la cual hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.
35 Entonces fue también desme­nuzado el hierro, el barro cocido, el latón, la plata y el oro, y se tornaron como tamo de las eras del verano: y levantólos el vien­to, y nunca más se les halló lugar. Mas la piedra que hirió a la ima­gen, fue hecha un gran monte, que hinchió toda la tierra.
36 Éste es el sueño: la declara­ción de él diremos también en presencia del rey.
37 Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, potencia, y fortaleza, y majestad.
38 Y dondequiera que habiten hijos de hombres, las bestias del campo y las aves del cielo él ha entregado en tu mano, y te ha hecho enseño­rear sobre todo ello: tú eres esta cabeza de oro.
39 Y después de ti se levantará otro reino menor que tú; y otro tercer reino de latón, el cual se enseñoreará de toda la tierra.
40 Y el reino cuarto será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y doma todas las cosas, y como el hierro que que­branta todas estas cosas, desme­nuzará y quebrantará.
41 Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero, y en parte de hierro, el reino será dividido; mas habrá en él algo de fortaleza de hierro, según que viste el hierro mezcla­do con el tiesto de barro.
42 Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro, y en parte de barro cocido, en parte será el reino fuerte, y en parte será frá­gil.
43 Cuanto a aquello que viste, el hierro mezclado con tiesto de barro, mezclaránse con simiente humana, mas no se pegarán el uno con el otro, como el hierro no se mistura con el tiesto.
44 Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado a otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre.
45 De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con manos, la cual desmenu­zó al hierro, al latón, al tiesto, a la plata, y al oro; el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir: y el sueño es verdadero, y fiel su declaración.
46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro, y humillóse a Daniel, y mandó que le sacrificasen presentes y perfumes.
47 El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente que el Dios vuestro es Dios de dioses, y el SEÑOR de los reyes, y el descubridor de los misterios, pues pudiste reve­lar este arcano.
48 Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos y grandes dones, y púsolo por goberna­dor de toda la provincia de Babilonia, y por príncipe de los gobernadores sobre todos los sabios de Babilonia.
49 Y Daniel solicitó del rey, y él puso sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac, y Abed-nego: y Daniel estaba a la puerta del rey.