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Y EL hambre era grande en la tierra.
Y aconteció que como acaba­ron de comer el trigo que trajeron de Egipto, díjoles su padre: Volved, y comprad para nosotros un poco de alimento.
Y respondió Judá, diciendo: Aquel varón nos protestó con ánimo resuelto, diciendo: No veréis mi rostro si vuestro hermano noviniere con vosotros.
Si enviares a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y te compraremos alimento:
Pero si no le enviares, no des­cenderemos: porque aquel varón nos dijo: No veréis mi rostro si vuestro hermano no viniere con vosotros.
Y dijo Israel: ¿Por qué me hicisteis tanto mal, diciendo al varón que teníais otro hermano?
Y ellos respondieron: Aquel varón nos preguntó expresamen­te por nosotros, y por nuestra parentela, diciendo: ¿Vive aún vuestro padre? ¿tenéis otro her­mano? y declarámosle conforme a estas palabras. ¿Podíamos nosotros saber que había de decir: Haced venir a vuestro her­mano?
Entonces Judá dijo a Israel su padre: Envía al mozo conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin que vivamos y no muramos nosotros, y tú, y nuestros niños.
Yo seré fiador por él; a me pedirás cuenta de él: si yo no te lo vol­viere y lo pusiere delante de ti, seré para ti el culpante por siem­pre:
10 Que si no nos hubiéramos detenido, cierto ahora hubiéramos ya vuelto dos veces.
11 Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, haced­lo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros vasos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bál­samo, y un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras.
12 Y tomad en vuestras manos doblado dinero, y llevadlo en vues­tra mano el dinero vuelto en las bocas de vuestros costales; quizá fue por error.
13 Tomad también a vuestro her­mano, y levantaos, y volved a aquel varón.
14 Y el Dios Todopoderoso os misericordias delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo.
15 Entonces tomaron aquellos varones el presente, y tomaron en su mano doblado dinero, y a Benjamín; y se levantaron, y des­cendieron a Egipto, y presentá­ronse delante de José.
16 Y vio José a Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa: Mete en casa a estos hom­bres, y degüella víctima, y aderé­zala; porque estos hombres comerán conmigo al medio día.
17 E hizo el hombre como José dijo; y metió aquel hombre a los hombres en casa de José.
18 Y aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron metidos en casa de José, y decían: Por el dinero que fue vuelto en nuestros costales la primera vez nos han metido aquí, para revolver contra nosotros, y dar sobre nosotros, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos.
19 Y llegáronse al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa.
20 Y dijeron: Ay, señor mío, nosotros en realidad de verdad descendimos al principio a com­prar alimentos:
21 Y aconteció que como vini­mos al mesón y abrimos nuestros costales, he aquí el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y hémoslo vuelto en nues­tras manos.
22 Hemos también traído en nuestras manos otro dinero para comprar alimentos: nosotros no sabemos quién haya puesto nuestro dinero en nuestros costa­les.
23 Y él respondió: Paz sea a vo­sotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales: vues­tro dinero vino a mí. Y sacó a Simeón a ellos.
24 Y metió aquel varón a aque­llos hombres en casa de José: y dióles agua, y lavaron sus pies: y dio de comer a sus asnos.
25 Y ellos prepararon el presente entretanto que venía José al medio día, porque habían oído que allí habían de comer pan.
26 Y vino José a casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de casa, e incli­náronse a él hasta tierra.
27 Entonces les preguntó él cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, está bien? ¿vive todavía?
28 Y ellos respondieron: Bien va a tu siervo nuestro padre; aun vive. Y se inclinaron, e hicieron reverencia.
29 Y alzando él sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío.
30 Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y procuró donde llorar: y entróse en su cámara, y lloró allí.
31 Y lavó su rostro, y salió fuera, y reprimióse, y dijo: Poned pan.
32 Y pusieron para él aparte, y separadamente para ellos, y apar­te para los egipcios que con él comían: porque los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los egipcios.
33 Y sentáronse delante de él, el mayor conforme a su mayoría, y el menor conforme a su menoría; y estaban aquellos hombres ató­nitos mirándose el uno al otro.
34 Y él tomó y envió viandas de delante de para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces como cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y alegráronse con él.