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MAS ahora los más mozos de días que yo, se ríen de ; cuyos padres yo desdeñara ponerlos con los perros de mi ganado.
¿Y de qué me serviría la fuerza de sus manos, cuyo vigor ha perecido?
Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; huían a la soledad, a lugar tenebroso, asolado y desierto.
Que cogían malvas entre los arbustos, y raíces de enebro para calentarse.
Eran echados de entre las gen­tes, y todos les daban grita como al ladrón.
Habitaban en las barrancas de los arroyos, en las cavernas de la tierra, y en las rocas.
Bramaban entre las matas, y se reunían debajo de las espinas.
Hijos de viles, y hombres sin nombre, más bajos que la misma tierra.
Y ahora yo soy su canción, y he sido hecho su refrán.
10 Abomínanme, aléjanse de mí, y aun de mi rostro no detuvieron su saliva.
11 Porque Dios desató mi cuer­da, y me afligió, por eso se des­enfrenaron delante de mi rostro.
12 A la mano derecha se levanta­ron los jóvenes; empujaron mis pies, y sentaron contra las vías de su ruina.
13 Mi senda desbarataron, aprovecháronse de mi quebrantamien­to, contra los cuales no hubo ayu­dador.
14 Vinieron como por portillo ancho, revolviéronse a mi calami­dad.
15 Hanse revuelto turbaciones sobre ; combatieron como viento mi alma, y mi salud pasó como nube.
16 Y ahora mi alma está derra­mada en ; días de aflicción me han aprehendido.
17 De noche taladra sobre mis huesos, y mis pulsos no reposan.
18 Con la grande copia de mate­ria mi vestidura está demudada; cíñeme como el cuello de mi túnica.
19 Derribóme en el lodo, y soy semejante al polvo y a la ceniza.
20 Clamo a ti, y no me oyes; pre­séntome, y no me atiendes.
21 Haste tornado cruel para mí: con la fortaleza de tu mano me amenazas.
22 Levantásteme, e hicísteme cabalgar sobre el viento, y disol­viste mi sustancia.
23 Porque yo que me llevarás a la muerte; y a la casa determinada a todo viviente.
24 Mas él no extenderá la mano para el sepulcro; aunque clamen en su destrucción.
25 ¿No lloré yo al afligido? Y mi alma ¿no se entristeció sobre el menesteroso?
26 Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; y cuando esperaba luz, la oscuridad vino.
27 Mis entrañas hierven, y no reposan; días de aflicción me han sobrecogido.
28 Denegrido ando, y no por el sol: levantádome he en la congre­gación, y clamado.
29 He venido a ser hermano de los dragones, y compañero de los búhos.
30 Mi piel está denegrida sobre , y mis huesos se secaron con ardentía.
31 Y hase tornado mi arpa en luto, y mi órgano en voz de lamentado­res.