7
¡AY de ! que he venido a ser como cuando han cogido los frutos del verano, como cuando han rebuscado después de la vendimia, que no queda racimo para comer; mi alma deseó primeros frutos.
Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres: todos acechan a la sangre; cada cual arma red a su hermano.
Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.
El mejor de ellos es como el cambrón; el más recto, como zar­zal: el día de tus atalayas, tu visi­tación, viene; ahora será su con­fusión.
No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe: de la que duerme a tu lado, guarda, no abras tu boca.
Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra: y los enemigos del hombre son los de su casa.
Por tanto al SEÑOR mira­ré, esperaré al Dios de mi salva­ción: el Dios mío me oirá.
Tú, enemiga mía, no te huel­gues de mí: porque aunque caí, he de levantarme; aunque more en tinieblas, el SEÑOR será mi luz.
La ira del SEÑOR soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio; él me sacará a luz; veré su justi­cia.
10 Y mi enemiga verá, y la cubri­rá vergüenza: la que me decía: ¿Dónde está el SEÑOR tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles.
11 El día en que se edificarán tus muros, aquel día será alejado el mandamiento.
12 En ese día vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades fuertes, y desde las ciudades fuertes hasta el río, y de mar a mar, y de monte a monte.
13 Y la tierra con sus moradores será asolada por el fruto de sus obras.
14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en la montaña en medio del Carmelo: pazcan en Basán y Galaad, como en el tiempo pasado.
15 Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto.
16 Las naciones verán, y se aver­gonzarán de todas sus valentías; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos.
17 Lamerán el polvo como la serpiente; como reptiles de la tie­rra, vendrán temblando de sus encerramientos: despavorirse han del SEÑOR nuestro Dios, y temerán a causa de ti.
18 ¿Qué Dios como tú, que per­donas la maldad, y olvidas el pecado del resto de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericor­dia.
19 Él tornará, él tendrá compasión de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y echará en los profundos del mar todos nuestros pecados.
20 Otorgarás a Jacob la verdad, y a Abraham la misericordia, quejuraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.