6
Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. “Honra a tu padre y a tu madre”, que es el primer mandamiento con una promesa: “para que te vaya bien y vivas mucho tiempo en la tierra.”
Vosotros, padres, no provoquéis a vuestros hijos a la ira, sino educadlos en la disciplina y la instrucción del Señor.
Siervos, obedeced a los que según la carne son vuestros amos, con temor y temblor, con sencillez de corazón, como a Cristo, no sirviendo sólo cuando los ojos están puestos en vosotros, como los que complacen a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad de Dios, con buena voluntad haciendo el servicio como al Señor y no a los hombres, sabiendo que cualquier cosa buena que cada uno haga, la volverá a recibir del Señor, esté atado o libre.
Vosotros, amos, haced lo mismo con ellos y dejad de amenazar, sabiendo que el que es a la vez su amo y el vuestro está en el cielo, y no hay parcialidad con él.
10 Por último, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis resistir las asechanzas del diablo. 12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los gobernantes del mundo de las tinieblas de este siglo y contra las fuerzas espirituales de la maldad en los lugares celestiales. 13 Vestíos, pues, de toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo hecho todo, estar firmes. 14 Estad, pues, de pie, teniendo abrochado a la cintura el cinturón de la verdad, y habiéndoos puesto la coraza de la justicia, 15 y calzando vuestros pies con la preparación de la Buena Nueva de la paz, 16 sobre todo, tomando el escudo de la fe, con el cual podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 con toda oración y solicitud, orando en todo tiempo en el Espíritu, y velando para ello con toda perseverancia y solicitud por todos los santos. 19 Orad por mí, para que me sea dada la palabra al abrir mi boca, para dar a conocer con denuedo el misterio de la Buena Nueva, 20 de la cual soy embajador encadenado; para que en ella hable con denuedo, como debo hablar.
21 Pero para que también vosotros conozcáis mis asuntos, cómo estoy, Tíquico, el hermano amado y siervo fiel en el Señor, os lo hará saber todo. 22 Lo he enviado a vosotros con este mismo fin, para que conozcáis nuestra situación y para que consuele vuestros corazones.
23 La paz sea con los hermanos, y el amor con la fe, de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo. 24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible. Amén.