5
Y los filisteos tomaron el arca de Dios, y la trajeron desde Ebenezer a Asdod.
Y cuando los filisteos tomaron el arca de Dios, la metieron en la casa de Dagón y la pusieron junto a Dagón.
Y al siguiente día, cuando los de Asdod se levantaron de mañana, he aquí que Dagón estaba postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y lo volvieron a su lugar.
Y cuando se levantaron de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón estaba caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón, y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.
Por esta causa ni los sacerdotes de Dagón, ni ninguno de los que entran en la casa de Dagón, pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta hoy.
Y se agravó la mano de Jehová sobre los de Asdod, y los destruyó, y los hirió con hemorroides en Asdod y en todos sus términos.
Y viendo esto los de Asdod, dijeron: No quede con nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros, y sobre nuestro dios Dagón.
Enviaron, pues, y reunieron a todos los príncipes de los filisteos, y dijeron: ¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de Israel a Gat. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel.
Y aconteció que cuando la hubieron pasado, la mano de Jehová fue contra la ciudad con gran quebrantamiento; e hirió a los hombres de aquella ciudad desde el chico hasta el grande, y se llenaron de hemorroides.
10 Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y sucedió que cuando el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronitas dieron voces diciendo: Han traído a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo.
11 Y enviaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos, diciendo: Enviad el arca del Dios de Israel, y vuélvase a su lugar, y no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo; porque había pánico de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había allí agravado.
12 Y los que no morían, eran heridos de hemorroides; y el clamor de la ciudad subía al cielo.