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CIERTAMENTE tiempo limitado tiene el hombre sobre la tierra, y sus días son como los días del jornalero.
Como el siervo anhela la som­bra, y como el jornalero espera el reposo de su trabajo:
Así poseo yo meses de vani­dad, y noches de trabajo me die­ron por cuenta.
Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Y mide mi corazón la noche, y estoy lleno de devaneos hasta el alba.
Mi carne está vestida de gusa­nos, y de costras de polvo; mi piel hendida y abominable.
Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza.
Acuérdate que mi vida es vien­to, y que mis ojos no volverán a ver el bien.
Los ojos de los que me ven, no me verán más: tus ojos sobre mí, y dejaré de ser.
La nube se consume, y se va: así el que desciende al sepulcro no subirá;
10 No tornará más a su casa, ni su lugar le conocerá más.
11 Por tanto yo no reprimiré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu, y quejaréme con la amargura de mi alma.
12 ¿Soy yo el mar, o ballena, que me pongas guarda?
13 Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas;
14 Entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones.
15 Y así mi alma tuvo por mejor el ahogamiento, y quiso la muer­te más que mis huesos.
16 Aburríme: no he de vivir yo para siempre; déjame, pues que mis días son vanidad.
17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y que pongas sobre él tu corazón,
18 Y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo prue­bes?
19 ¿Hasta cuándo no me dejarás, ni me soltarás hasta que trague mi saliva?
20 Pequé, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres? ¿por qué me has puesto contrario a ti, y que a mí mismo sea pesado?
21 ¿Y por qué no quitas mi rebe­lión, y perdonas mi iniquidad? porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de maña­na, ya no seré.