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ENTONCES fue grande el cla- mor del pueblo y de sus esposas contra los Judíos sus hermanos.
Y había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos: hemos por tanto tomado grano para comer y vivir.
Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, y nuestras viñas, y nuestras casas, para comprar grano en el ham­bre.
Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tie­rras y viñas.
Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros her­manos, nuestros hijos como sus hijos: y he aquí que nosotros sujetamos nuestros hijos y nues­tras hijas a servidumbre, y hay algunas de nuestras hijas sujetas: mas no hay facultad en nuestras manos para rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros.
Y enojéme en gran manera cuando oí su clamor y estas pala­bras.
Meditélo entonces para conmi­go, y reprendí a los principales y a los magistrados, y díjeles: ¿Tomáis cada uno usura de vues­tros hermanos? Y convoqué con­tra ellos una grande junta.
Y díjeles: Nosotros rescatamos a nuestros hermanos Judíos que habían sido vendidos a las gen­tes, conforme a la facultad que había en nosotros: ¿y vosotros aun vendéis a vuestros herma­nos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, que no tuvieron qué responder.
Y dije: No es bien lo que hacéis, ¿no andaréis en temor de nuestro Dios, por no ser el opro­bio de las gentes enemigas nues­tras?
10 También yo, y mis hermanos, y mis criados, les hemos presta­do dinero y grano: relevémosles ahora de este gravamen.
11 Ruégoos que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus oli­vares, y sus casas, y la centésima parte del dinero y grano, del vino y del aceite que demandáis de ellos.
12 Y dijeron: Devolveremos, y nada les demandaremos; hare­mos así como tú dices. Entonces convoqué los sacerdotes, y jura­mentélos que harían conforme a esto.
13 Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! Y alabaron al SEÑOR. Y el pueblo hizo conforme a esto.
14 También desde el día que me mandó el rey que fuese goberna­dor de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis her­manos comimos el pan del gobernador.
15 Mas los primeros gobernado­res que fueron antes de mí, car­garon al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino sobre cuarenta siclos de plata: a más de esto, sus criados se ense­ñoreaban sobre el pueblo; pero yo no hice así, a causa del temor de Dios.
16 También en la obra de este muro instauré mi parte, y no compramos heredad: y todos mis criados juntos estaban allí a la obra.
17 Además ciento y cincuenta hombres de los Judíos y magis­trados, y los que venían a noso­tros de las gentes que están en nuestros contornos, estaban a mi mesa.
18 Y lo que se aderezaba para cada día era un buey, seis ovejas escogidas, y aves también se aparejaban para mí, y cada diez días vino en toda abundancia: y con todo esto nunca requerí el pan del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era grave.
19 Acuérdate de mí para bien, Dios mio, y de todo lo que hice a este pueblo.