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Oración de David.
OYE, oh SEÑOR, justicia; está atento a mi clamor; escucha mi oración hecha sin labios de engaño.
De delante de tu rostro salga mi juicio; vean tus ojos la rectitud.
Tú has probado mi corazón, hasme visitado de noche; me has apurado, y nada inicuo hallaste: Heme propuesto que mi boca no ha de propasarse.
Para las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las vías del destruc­tor.
Sustenta mis pasos en tus caminos, porque mis pies no res­balen.
Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios: inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
Muestra tus estupendas miseri­cordias, tú que salvas a los que en ti confían de los que se levan­tan contra tu diestra.
Guárdame como lo negro de la niñeta del ojo, escóndeme con la sombra de tus alas,
De delante de los malos que me oprimen, de mis enemigos que me cercan por la vida.
10 Cerrados están con su grosu­ra; con su boca hablan soberbia­mente.
11 Nuestros pasos nos han cerca­do ahora: puestos tienen sus ojos para echarnos por tierra.
12 Parecen al león que desea hacer presa, y al leoncillo que está escondido.
13 Levántate, oh SEÑOR; pre­vén su encuentro, póstrale: libra mi alma del malo con tu espada;
14 De los hombres con tu mano, oh SEÑOR, de los hombres del mundo, cuya parte es en esta vida, y cuyo vientre hinches de tu tesoro: hartan sus hijos, y dejan el resto a sus chiquitos.
15 Yo en justicia veré tu rostro: seré saciado cuando despertare a tu semejanza.