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Y VI cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes diciendo como con una voz de trueno: Ven, y ve.
Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que estaba sentado encima de él, tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió victorioso, para que también venciese.
Y cuando él hubo abierto el segundo sello, oí el segundo ser viviente, que decía: Ven, y ve.
Y salió otro caballo bermejo; y al que estaba sentado sobre él, fue dado poder de quitar la paz de la tierra, y que se matasen unos a otros; y le fue dada una grande espada.
Y cuando él hubo abierto el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven, y ve. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que estaba sentado encima de él tenía una balanza en su mano.
Y oí una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía, una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario; y no hagas daño al vino, ni al aceite.
Y cuando él abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven, y ve.
Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el que estaba sentado sobre él, tenía por nombre Muerte, y el Infierno le seguía; y les fue dada a ellos potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, y con hambre, y con mortandad, y con las bestias de la tierra.
Y cuando él hubo abierto el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios, y por el testimonio que ellos tenían:
10 Y clamaban en alta voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, no juzgas, y vengas nuestra sangre de los que moran sobre la tierra?
11 Y les fueron dadas a cada uno ropas blancas, y les fue dicho, que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que sus consiervos fuesen cumplidos, y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.
12 Y miré cuando él abrió el sexto sello; y, he aquí, fue hecho un gran terremoto; y el sol fue hecho negro como cilicio de pelo, y la luna fue hecha como sangre;
13 Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos inmaduros cuando es sacudida de un gran viento:
14 Y el cielo se apartó como un libro que es arrollado; y todo monte e islas fueron movidos de sus lugares;
15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, y los ricos, y los capitanes, y los poderosos, y todo siervo, y todo libre se escondieron en las cavernas, y en las peñas de los montes;
16 Y decían a los montes, y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero:
17 Porque el gran día de su ira es venido, ¿y quién podrá estar de pie?