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Y LLEGÁRONSE los días de David para morir, y mandó a Salomón su hijo, diciendo:
Yo voy el camino de toda la tie­rra: esfuérzate, y sé varón.
Guarda la ordenanza del SEÑOR tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus esta­tutos y mandamientos, y sus derechos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que seas prosperado en todo lo que hicieres, y en todo aquello a que te tornares;
Para que confirme el SEÑOR la palabra que me habló, dicien­do: Si tus hijos guardaren su camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón, y de toda su alma, jamás, dice, fal­tará a ti varón del trono de Israel.
Y ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner, y a Amasa hijo de Jeter, los cuales él mató, derramando en paz la sangre de guerra, y poniendo la sangre de guerra en su talabarte que tenía sobre sus lomos, y en sus zapatos que tenía en sus pies.
Tú pues harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas a la sepultura en paz.
Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron así a mí, cuando iba huyendo de Absalom tu hermano.
También tienes contigo a Semei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo des­cendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por el SEÑOR, dicien­do: Yo no te mataré a espada.
Por tanto ahora no lo absolve­rás: que hombre sabio eres, y sabes cómo te has de haber con él: y harás descender sus canas con sangre a la sepultura.
10 Y David durmió con sus padres, y fue sepultado en la ciu­dad de David.
11 Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalem.
12 Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y fue su reino firme en gran manera.
13 Entonces Adonía hijo de Haguit vino a Batseba madre de Salomón; y ella dijo: ¿Es tu venida de paz? Y él respondió: , de paz.
14 En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di.
15 Y él dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro, para que yo reinara: mas el reino fue traspasado, y vino a mi her­mano; porque por el SEÑOR era suyo.
16 Y ahora yo te hago una peti­ción: no me hagas volver mi ros­tro. Y ella le dijo: Habla.
17 Él entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón, (por­que él no te hará volver tu ros­tro), para que me dé a Abisag sunamita por esposa.
18 Y Batseba dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey.
19 Y vino Batseba al rey Salomón para hablarle por Adonía. Y el rey se levantó a recibirla, e inclinóse a ella, y vol­vió a sentarse en su trono, e hizo poner una silla a la madre del rey, la cual se sentó a su diestra.
20 Y ella dijo: Una pequeña peti­ción pretendo de ti; no me hagas volver mi rostro. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te haré volver el rostro.
21 Y ella dijo: Dése Abisag sunamita por esposa a tu herma­no Adonía.
22 Y el rey Salomón respondió, y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonía? Demanda también para él el reino, porque él es mi hermano mayor; y tiene también a Abiatar sacerdote, y a Joab hijo de Sarvia.
23 Y el rey Salomón juró por el SEÑOR, diciendo: Así me haga Dios y así me añada, que contra su vida ha hablado Adonía esta palabra.
24 Ahora pues, vive el SEÑOR, que me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y que me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonía morirá hoy.
25 Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual dio sobre él, y murió.
26 Y a Abiatar sacerdote dijo el rey: Vete a Anatot a tus heredades, que tú eres digno de muerte; mas no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca del Señor DIOS delante de David mi padre, y además has sido trabaja­do en todas las cosas en que fue trabajado mi padre.
27 Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio del SEÑOR, para que se cumpliese la palabra del SEÑOR que había dicho sobre la casa de Eli en Silo.
28 Y vino la noticia hasta Joab: porque también Joab se había adherido a Adonía, si bien no se había adherido a Absalom. Y huyó Joab al tabernáculo del SEÑOR, y asióse a los cornijales del altar.
29 Y fue hecho saber a Salomón que Joab había huído al taberná­culo del SEÑOR, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y da sobre él.
30 Y entró Benaía al tabernáculo del SEÑOR, y díjole: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino aquí moriré. Y Benaía vol­vió con esta respuesta al rey, diciendo: Así habló Joab, y así me respondió.
31 Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérralo, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente.
32 Y el SEÑOR hará tornar su sangre sobre su cabeza: que él ha muerto dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá.
33 La sangre pues de ellos recae­rá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su simiente para siempre: mas sobre David y sobre su simiente, y sobre su casa y sobre su trono, habrá per­petuamente paz de parte del SEÑOR.
34 Entonces Benaía hijo de Joiada subió y dio sobre él, y matólo; y fue sepultado en su casa en el desierto.
35 Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada sobre el ejército: y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiatar.
36 Después envió el rey, e hizo venir a Semei, y díjole: Edifícate una casa en Jerusalem, y mora ahí, y no salgas de allá a una parte ni a otra;
37 Porque sabe de cierto que el día que salieres, y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza.
38 Y Semei dijo al rey: La pala­bra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu sier­vo. Y habitó Semei en Jerusalem muchos días.
39 Pero pasados tres años, acon­teció que se le huyeron a Semei dos siervos a Aquís, hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Semei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat.
40 Levantóse entonces Semei, y enalbardó su asno, y fue a Gat, a Aquís, a procurar sus siervos. Fue pues Semei, y volvió sus siervos de Gat.
41 Díjose luego a Salomón como Semei había ido de Jerusalem hasta Gat, y que había vuelto.
42 Entonces el rey envió, e hizo venir a Semei, y díjole: ¿No te conjuré yo por el SEÑOR, y te protesté, diciendo: El día que salieres, y fueres acá o acullá, sabe de cierto que has de morir? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco.
43 ¿Por qué pues no guardaste el juramento del SEÑOR, y el mandamiento que yo te impuse?
44 Dijo además el rey a Semei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; el SEÑOR pues, ha tornado el mal sobre tu cabeza.
45 Y el rey Salomón será bendi­to, y el trono de David será firme perpetuamente delante del SEÑOR.
46 Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió e hirióle; y murió. Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.