6
ENTONCES dijo Salomón: el SEÑOR ha dicho que él habitaría en la oscuridad.
Yo pues he edificado una casa de morada para ti, y una habita­ción en que mores para siempre.
Y volviendo el rey su rostro, bendijo a toda la congregación de Israel: y toda la congregación de Israel estaba en pie.
Y él dijo: Bendito sea el SEÑOR Dios de Israel, el cual con su mano ha cumplido lo que habló por su boca a David mi padre, diciendo:
Desde el día que saqué mi pue­blo de la tierra de Egipto, ningu­na ciudad he elegido de todas las tribus de Israel para edificar casa donde estuviese mi nombre, ni he escogido varón que fuese príncipe sobre mi pueblo Israel.
Mas a Jerusalem he elegido para que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que fuese sobre mi pueblo Israel.
Y David mi padre tuvo en el corazón edificar casa al nombre del SEÑOR Dios de Israel.
Pero el SEÑOR dijo a David mi padre: Respecto a haber teni­do en tu corazón edificar casa a mi nombre, bien has hecho en haber tenido esto en tu corazón.
No obstante tú no edificarás la casa, sino tu hijo que saldrá de tus lomos, él edificará casa a mi nombre.
10 Y el SEÑOR ha cumplido su palabra que había dicho; pues levantéme yo en lugar de David mi padre, y heme sentado en el trono de Israel, como el SEÑOR había dicho; y he edificado casa al nombre del SEÑOR Dios de Israel.
11 Y en ella he puesto el arca, en la cual está el pacto del SEÑOR que concertó con los hijos de Israel.
12 Púsose luego Salomón delan­te del altar del SEÑOR, en pre­sencia de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos.
13 Porque Salomón había hecho un púlpito de latón, de cinco codos de largo, y de cinco codos de ancho, y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del patio: y púsose sobre él, e hincóse de rodillas delante de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo:
14 Oh SEÑOR Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón;
15 Que has guardado a tu siervo David mi padre lo que le dijiste: tú lo dijiste de tu boca, mas con tu mano lo has cumplido, como parece este día.
16 Ahora pues, oh SEÑOR Dios de Israel, guarda a tu siervo David mi padre lo que le has prometido, diciendo: No faltará de ti varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, a condición que tus hijos guarden su camino, andando en mi ley, como tú delante de mí has andado.
17 Ahora pues, oh SEÑOR Dios de Israel, verifíquese tu palabra que dijiste a tu siervo David.
18 Mas ¿es verdad que Dios ha de habitar con el hombre en la tierra? He aquí, el cielo y el cielo de los cielos no pueden contenerte: ¿cuánto menos esta casa que he edificado?
19 Mas tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, oh SEÑOR Dios mío, para oír el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti.
20 Que tus ojos estén abiertos sobre esta casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste, Mi nombre estará allí; que oigas la oración con que tu siervo ora en este lugar.
21 Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hicie­ren oración, que tú oirás desde el cielo, desde el lugar de tu morada: que oigas y perdones.
22 Si alguno pecare contra su prójimo, y él le pidiere juramen­to haciéndole jurar, y el juramen­to viniere delante de tu altar en esta casa,
23 Tú oirás desde el cielo, y obrarás, y juzgarás a tus siervos, dando la paga al impío, tornán­dole su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo en darle conforme a su justicia.
24 Si tu pueblo Israel cayere delante de los enemigos, por haber prevaricado contra ti, y se convirtieren, y confesaren tu nombre, y rogaren delante de ti en esta casa,
25 Tú oirás desde los cielos, y perdonarás el pecado de tu pue­blo Israel, y los volverás a la tie­rra que diste a ellos y a sus padres.
26 Si el cielo se cerrare, que no haya lluvia por haber pecado contra ti, si oraren a ti en este lugar, y confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres,
27 los oirás en el cielo, y perdonarás el pecado de tus sier­vos y de tu pueblo Israel, y les enseñarás el buen camino para que anden en él, y darás lluvia sobre tu tierra, la cual diste por heredad a tu pueblo.
28 Y si hubiere hambre en la tie­rra, o si hubiere pestilencia, si hubiere tizoncillo o añublo, lan­gosta o pulgón; o si los cercaren sus enemigos en la tierra de su domicilio; cualquiera plaga o enfermedad que sea;
29 Toda oración y todo ruego que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cualquiera que conociere su llaga y su dolor en su corazón, si extendiere sus manos a esta casa,
30 Tú oirás desde el cielo, desde el lugar de tu habitación, y perdonarás, y darás a cada uno conforme a sus caminos, habien­do conocido su corazón; (porque sólo tú conoces el corazón de los hijos de los hombres;)
31 Para que te teman y anden en tus caminos, todos los días que vivieren sobre la faz de la tierra que tú diste a nuestros padres.
32 Y también al extranjero que no fuere de tu pueblo Israel, que hubiere venido de lejanas tierras a causa de tu grande nombre, y de tu mano fuerte, y de tu brazo extendido, si vinieren, y oraren en esta casa,
33 Tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y harás conforme a todas las cosas por las cuales hubiere clamado a ti el extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta casa que he edificado yo.
34 Si tu pueblo saliere a la guerra contra sus enemigos por el cami­no que tú los enviares, y oraren a ti hacia esta ciudad que tú elegis­te, hacia la casa que he edificado a tu nombre,
35 Tú oirás desde los cielos su oración y su ruego, y ampararás su derecho.
36 Si pecaren contra ti, (pues no hay hombre que no peque,) y te airares contra ellos, y los entre­gares delante de sus enemigos, para que los que los tomaren los lleven cautivos a tierra de enemi­gos, lejos o cerca,
37 Y ellos volvieren en sí en la tierra donde fueren llevados cautivos; si se convirtieren, y oraren a ti en la tierra de su cautividad, y dijeren: Pecamos, hemos hecho inicuamente, impíamente hemos obrado;
38 Si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren hacia su tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tu elegiste, y hacia la casa que he edificado a tu nombre;
39 Tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás a tu pue­blo que pecó contra ti.
40 Ahora pues, oh Dios mío, rué­gote estén abiertos tus ojos, y atentos tus oídos a la oración en este lugar.
41 Oh SEÑOR Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu fortaleza; sean, oh SEÑOR Dios, vestidos de sal­vación tus sacerdotes, y gocen de bien tus santos.
42 Oh SEÑOR Dios, no hagas vol­ver el rostro de tu ungido: acuér­date de las misericordias de David tu siervo.