19
Y COMO el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubrióse de cilicio, y entróse en la casa del SEÑOR.
Y envió a Eliacim el mayordo­mo, y a Sebna escriba, y a los ancianos de los sacerdotes, vesti­dos de cilicio a Isaías profeta hijo de Amós,
Que le dijesen: Así ha dicho Ezequías: Este día es día de angustia, y de reprensión, y de blasfemia; porque los hijos han venido hasta la rotura, y la que pare no tiene fuerzas.
Quizá oirá el SEÑOR tu Dios todas las palabras de Rabsaces, al cual el rey de los asirios su señor ha enviado para injuriar al Dios vivo, y a vituperar con pala­bras, las cuales el SEÑOR tu Dios ha oído: por tanto, eleva oración por el resto que aun se halla.
Vinieron pues los siervos del rey Ezequías a Isaías.
E Isaías les respondió: Así diréis a vuestro señor: Así ha dicho el SEÑOR: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria.
He aquí pondré yo en él un espíritu, y oirá rumor, y volverá­se a su tierra: y yo haré que en su tierra caiga a espada.
Y regresando Rabsaces, halló al rey de Asiria combatiendo a Libna; porque había oído que se había partido de Laquis.
Y oyó decir de Tirhaca rey de Etiopía: He aquí es salido para hacerte guerra. Entonces volvió él, y envió embajadores a Ezequías, diciendo:
10 Así diréis a Ezequías rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, para decir: Jerusalem no será entregada en mano del rey de Asiria.
11 He aquí tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, destruyéndolas; ¿y has tú de escapar?
12 ¿Libráronlas los dioses de las naciones, que mis padres destruye­ron, es a saber, Gozán, y Harán, y Resef, y los hijos de Edén que estaban en Telasar?
13 ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena, y de Hiva?
14 Y tomó Ezequías las letras de mano de los embajadores; y des­pués que las hubo leído, subió a la casa del SEÑOR, y extendió­las Ezequías delante del SEÑOR.
15 Y oró Ezequías delante del SEÑOR, diciendo: Oh SEÑOR Dios de Israel, que habitas entre los querubines, tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra.
16 Inclina, oh SEÑOR, tu oído, y oye; abre, oh SEÑOR, tus ojos, y mira: y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente.
17 Es verdad, oh SEÑOR, que los reyes de Asiria han destruído las naciones y sus tierras;
18 Y que pusieron en el fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra, y así los destruyeron.
19 Ahora pues, oh SEÑOR Dios nuestro, sálvanos, te suplico, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que tú solo, SEÑOR, eres Dios.
20 Entonces Isaías hijo de Amós envió a decir a Ezequías: Así ha dicho el SEÑOR, Dios de Israel: Lo que me rogaste acerca de Senaquerib rey de Asiria, he oído.
21 Ésta es la palabra que el SEÑOR ha hablado contra él: Hate menospreciado, hate escarnecido la virgen hija de Sión; ha movido su cabeza detrás de ti la hija de Jerusalem.
22 ¿A quién has injuriado y a quién has blasfemado? ¿y contra quién has hablado alto, y has alzado en alto tus ojos? Contra el Santo de Israel.
23 Por mano de tus mensajeros has proferido injuria contra el SEÑOR, y has dicho: Con la multitud de mis carros he subido a las cumbres de los montes, a las cuestas del Líbano; y cortaré sus altos cedros, sus hayas escogi­das; y entraré a la morada de su término, al monte de su Carmel.
24 Yo he cavado y bebido las aguas ajenas, y he secado con las plantas de mis pies todos los ríos de lugares bloqueados.
25 ¿Nunca has oído que mucho tiempo ha yo lo hice, y de días antiguos lo he formado? Y ahora lo he hecho venir, y fue para desolación de ciudades fuertes en montones de ruinas.
26 Y sus moradores, cortos de manos, quebrantados y confusos, fueron cual hierba del campo, como legumbre verde, y heno de los tejados, que antes que venga a madurez es seco.
27 Yo he sabido tu asentarte, tu salir y tu entrar, y tu furor contra mí.
28 Por cuanto te has airado con­tra mí, y tu estruendo ha subido a mis oídos, yo por tanto pondré mi anzuelo en tus narices, y mi bocado en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste.
29 Y esto te será por señal Ezequías: Este año comerás lo que nacerá de suyo, y el segundo año lo que nacerá de suyo; y el tercer año haréis sementera, y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis el fruto de ellas.
30 Y lo que hubiere escapado, lo que habrá quedado de la casa de Judá, tornará a echar raíz abajo, y hará fruto arriba.
31 Porque saldrá de Jerusalem un remanente, y los que escapa­rán, del monte de Sión: el celo del SEÑOR de los ejércitos hará esto.
32 Por tanto, el SEÑOR dice así del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella escudo, ni será echado contra ella baluarte.
33 Por el camino que vino se vol­verá, y no entrará en esta ciudad, dice el SEÑOR.
34 Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor de mí, y por amor de David mí sier­vo.
35 Y aconteció que la misma noche salió el ángel del SEÑOR, e hirió en el campo de los asirios ciento ochenta y cinco mil; y como se levantaron por la maña­na, he aquí los cuerpos de los muertos.
36 Entonces Senaquerib, rey de Asiria se partió, y se fue y tornó a Nínive, donde se estuvo.
37 Y aconteció que, estando él adorando en el templo de Nisroc su dios, Adramelec y Saresar sus hijos lo hirieron a espada; y huyéronse a tierra de Ararat. Y reinó en su lugar Esarhadón su hijo.