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Naciones, allegaos a oír; y escuchad, pueblos. Oiga la tierra y lo que la hinche, el mundo y todo lo que él produce.
Porque el SEÑOR está airado sobre todas las naciones, e irritado sobre todos sus ejércitos: destruirálas y entregarálas al matadero.
Y los muertos de ellas serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará hedor; y los montes se desleirán por la sangre de ellos.
Y todo el ejército del cielo se corromperá, y plegarse han los cielos como un libro: y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera.
Porque en el cielo se embria­gará mi espada: he aquí que des­cenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi anatema.
Llena está de sangre la espada del SEÑOR, engrasada está de grosura, de sangre de corderos y de cabritos, de grosura de riño­nes de carneros: porque el SEÑOR tiene sacrificios en Bosra, y grande matanza en tie­rra de Edom.
Y con ellos vendrán abajo uni­cornios, y toros con becerros; y su tierra se embriagará de sangre, y su polvo se engrasará de grosu­ra.
Porque es día de venganza del SEÑOR, año de retribuciones en el pleito de Sión.
Y sus arroyos se tornarán en pez, y su polvo en azufre, y su tierra en pez ardiente.
10 No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo: de generación en genera­ción será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella.
11 Pero la poseerán el cormorán y el avetoro, el búho y el cuervo morarán en ella: y él extenderá sobre ella cordel de confusión, y plomada de asolamiento.
12 Llamarán a sus príncipes, príncipes sin reino: y todos sus grandes serán nada.
13 En sus alcázares crecerán espinas, y ortigas y cardos en sus fortalezas; y serán morada de dragones, patio para los pollos de los avestruces.
14 Las bestias fieras del desierto se encontrarán con las fieras de la isla, y el fauno gritará a su compañero: la lechuza también tendrá allí asiento, y hallará para sí reposo.
15 Allí anidará el búho real, con­servará sus huevos, y sacará sus pollos, y juntarálos debajo de sus alas: también se ayuntarán allí buitres, cada uno con su compañera.
16 Inquirid en el libro del SEÑOR, y leed si faltó alguno de ellos: ninguno faltó con su com­pañera; porque su boca mandó, y reuniólos su mismo espíritu.
17 Y él les echó las suertes, y su mano les repartió con cordel: para siempre la tendrán por heredad, de generación en genera­ción morarán allí.