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POR amor de Sión no callaré, y por amor de Jerusalem no he de parar, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha.
Entonces verán los gentiles tu justicia, y todos los reyes tu glo­ria; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca del SEÑOR nombrará.
Y serás corona de gloria en la mano del SEÑOR, y diadema de reino en la mano del Dios tuyo.
Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Asolamiento; sino que serás llamada Hefziba, y tu tierra, Beulah; porque el amor del SEÑOR será en ti, y tu tierra será casada.
Pues como el mancebo se casa con la virgen, se casarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo.
Sobre tus muros, oh Jerusalem, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis del SEÑOR, no ceséis,
Ni le deis tregua, hasta que confirme, y hasta que ponga a Jerusalem en alabanza en la tie­rra.
Juró el SEÑOR por su mano derecha, y por el brazo de su for­taleza: Que jamás daré tu trigo por comida a tus enemigos, ni beberán los extraños el vino que tú trabajaste:
Mas los que lo allegaron lo comerán, y alabarán al SEÑOR; y los que lo cogieron, lo beberán en los atrios de mi santuario.
10 Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; alla­nad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pue­blos.
11 He aquí que el SEÑOR hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sión: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra.
12 Y llamarles han Pueblo Santo, Redimidos del SEÑOR; y a ti te llamarán Ciudad Buscada, no desamparada.