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Y RESPONDIÓ Job, y dijo:
Ciertamente yo conozco que es así: ¿y cómo se justificará el hombre con Dios?
Si quisiere contender con él, no le podrá responder a una cosa de mil.
Él es sabio de corazón, y pode­roso en fortaleza, ¿quién se endu­reció contra él, y quedó en paz?
Que arranca los montes con su furor, y no conocen quién los tras­tornó:
Que remueve la tierra de su lugar, y hace temblar sus colum­nas:
Que manda al sol, y no sale; y sella las estrellas:
El que extiende solo los cielos, y anda sobre las alturas del mar:
El que hizo el Arcturo, y el Orión, y las Pléyadas, y los luga­res secretos del sur:
10 El que hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número.
11 He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo entenderé.
12 He aquí, arrebatará; ¿Quién le hará restituir? ¿Quién le dirá, qué haces?
13 Dios no tornará atrás su ira, y debajo de él se encorvan los que ayudan a los soberbios.
14 ¿Cuánto menos le responderé yo, y hablaré con él palabras estudiadas?
15 Que aunque fuese yo justo, no responderé; antes habré de rogar a mi juez.
16 Que si yo le invocase, y él me respondiese, aun no creeré que haya escuchado mi voz.
17 Porque me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa.
18 No me ha concedido que tome mi aliento; mas hame har­tado de amarguras.
19 Si habláremos de su potencia, fuerte por cierto es; si de juicio, ¿quién me emplazará?
20 Si yo me justificare, me con­denará mi boca; si me dijere per­fecto, esto me hará inicuo.
21 Bien que yo fuese íntegro, no conozco mi alma: reprocharé mi vida.
22 Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío él los consu­me.
23 Si azote mata de presto, ríese de la prueba de los inocentes.
24 La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él, ¿quién es? ¿dónde está?
25 Mis días han sido más ligeros que un correo; huyeron, y no vie­ron el bien.
26 Pasaron cual navíos veloces: como el águila que se arroja a la comida.
27 Si digo: Olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento, y esfor­zaréme:
28 Contúrbanme todos mis tra­bajos; sé que no me darás por libre.
29 Yo soy impío, ¿para qué tra­bajaré en vano?
30 Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la misma limpieza,
31 Aun me hundirás en el hoyo, y mis propias vestiduras me abo­minarán.
32 Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre noso­tros ambos.
34 Quite de sobre mí su vara, y su terror no me espante.
35 Entonces hablaré, y no le temeré: porque así no estoy en mí mismo.