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MEJOR es un bocado seco, y en paz, que una casa llena de sacrificios con contienda.
El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra, y entre los hermanos partirá la herencia.
El crisol para la plata, y la hor­naza para el oro: mas el SEÑOR prueba los corazones.
El malo está atento al labio ini­cuo; y el mentiroso escucha a la lengua detractora.
El que escarnece al pobre, afrenta a su Hacedor: y el que se alegra en la calamidad, no que­dará sin castigo.
Corona de los viejos son los hijos de los hijos; y la gloria de los hijos son sus padres.
No conviene al necio la altilo­cuencia: ¡cuánto menos al prínci­pe el labio mentiroso!
Piedra preciosa es el regalo en ojos de sus dueños: a donde quiera que se vuelve, da prospe­ridad.
El que cubre la prevaricación, busca amistad: mas el que reitera la palabra, aparta a los mejores amigos.
10 Aprovecha la reprensión al hombre entendido, más que cien azotes al necio.
11 El malo no busca sino rebelión; y mensajero cruel será contra él enviado.
12 Mejor es que se encuentre un hom­bre con una osa a la cual han roba­do sus cachorros, que con un fatuo en su necedad.
13 El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa.
14 El que comienza la pendencia es como quien suelta las aguas: deja pues la porfía, antes que se enmarañe.
15 El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos a dos son abominación al SEÑOR.
16 ¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, visto que no tiene el corazón para ello?
17 En todo tiempo ama el amigo; y el hermano es nacido para los tiempos de adversidad.
18 El hombre falto de entendi­miento toca la mano, fiando a otro delante de su amigo.
19 La prevaricación ama el que ama pleito; y el que alza su por­tada, quebrantamiento busca.
20 El perverso de corazón nunca hallará bien: y el que revuelve con su lengua, caerá en mal.
21 El que engendra al necio, para su tristeza lo engendra: y el padre del fatuo no se alegrará.
22 El corazón alegre hace bien como medicina: mas el espíritu quebrantado seca los huesos.
23 El impío toma dádiva del seno, para pervertir las sendas del juicio.
24 En el rostro del entendido aparece la sabiduría: mas los ojos del necio vagan hasta el cabo de la tierra.
25 El hijo necio es enojo a su padre, y amargura a la que lo engendró.
26 Ciertamente no es bueno con­denar al justo, ni herir a los prín­cipes que hacen lo recto.
27 El que tiene conocimiento detiene sus palabras; y el hombre de entendimiento es de un espí­ritu excelente.
28 Aun el necio cuando calla, es contado por sabio: y el que cierra sus labios es entendido.