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Masquil de Asaf.
¿POR qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué ha humeado tu furor contra las ovejas de tu dehesa?
Acuérdate de tu congregación, que adquiriste de antiguo, cuan­do redimiste la vara de tu heredad; este monte de Sión, donde has habitado.
Levanta tus pies a los asolamientos eternos: a todo enemigo que ha hecho mal en el santuario.
Tus enemigos han bramado en medio de tus sinagogas: han puesto sus divisas por señas.
Cualquiera se hacía famoso según que había levantado el hacha sobre los gruesos made­ros.
Y ahora con hachas y martillos han quebrado todas sus entalla­duras.
Han puesto a fuego tus santua­rios, han profanado el tabernácu­lo de tu nombre echándolo a tie­rra.
Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; han quemado todas las sinagogas de Dios en la tierra.
No vemos ya nuestras señales: no hay más profeta; ni con nosotros hay quien sepa hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, el angustiador nos afrentará? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpe­tuamente tu nombre?
11 ¿Por qué retraes tu mano, y tu diestra? ¿por qué la escondes dentro de tu seno?
12 Porque Dios es mi rey ya de antiguo; el que obra salvación en medio de la tierra.
13 Tú hendiste el mar con tu for­taleza: quebrantaste cabezas de dragones en las aguas.
14 Tú magullaste las cabezas del Leviatán; dístelo por comida al pueblo del desierto.
15 Tú abriste fuente y río; tú secaste ríos impetuosos.
16 Tuyo es el día, tuya también es la noche: tú aparejaste la luna y el sol.
17 Tú estableciste todos los tér­minos de la tierra: el verano y el invierno tú los formaste.
18 Acuerdáte de esto: que el ene­migo ha dicho afrentas, oh SEÑOR, y que el pueblo insen­sato ha blasfemado tu nombre.
19 No entregues a las bestias el alma de tu tórtola: y no olvides para siempre la congregación de tus afligidos.
20 Mira al pacto: porque las tenebrosidades de la tierra llenas están de habitaciones de violen­cia.
21 No vuelva avergonzado el abatido: el afligido y el meneste­roso alabarán tu nombre.
22 Levántate, oh Dios, aboga tu causa: acuérdate de cómo el insensato te injuria cada día.
23 No olvides las voces de tus enemigos: el alboroto de los que se levantan contra ti sube continuamente.