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EL SEÑOR reina, vistióse de magnificencia, vistióse el SEÑOR, ciñóse de fortaleza; estableció también el mundo, que no se moverá.
Firme es tu trono desde enton­ces: tú eres eternalmente.
Alzaron los ríos, oh SEÑOR, alzaron los ríos su sonido; alza­ron los ríos sus ondas.
El SEÑOR en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar.
Tus testimonios son muy fir­mes: la santidad conviene a tu casa, oh SEÑOR, por siempre jamás.