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ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional servicio.
Y no os conforméis a este mundo; mas sed transformados por la renovación de vuestra mente, para que probéis cuál sea la buena, y agradable y perfecta voluntad de Dios.
Digo pues, por la gracia que me es dada, a cada uno que está entre vosotros, que no piense de sí mismo más elevadamente de lo que debe pensar; sino que piense sobriamente, cada uno conforme a la medida de fe que Dios le repartió.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen el mismo oficio:
Así nosotros siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y cada uno, miembros los unos de los otros.
De manera que teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si de profecía, sea conforme a la medida de la fe;
O ministerio, en servir; o el que enseña, en enseñar;
O el que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo en simplicidad; el que preside, en diligencia; el que hace misericordia, en alegría.
El amor sea sin fingimiento: aborreciendo lo malo, allegándoos a lo bueno.
10 Amándoos los unos a los otros con amor hermanable; en la honra prefiriéndoos los unos a los otros;
11 En los quehaceres no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor;
12 Gozándoos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 Comunicando a las necesidades de los santos; siguiendo la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen: bendecid, y no maldigáis.
15 Regocijaos con los que se regocijan; y llorad con los que lloran.
16 Sed de la misma mente los unos con los otros: no con altivez de mente, mas acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal por mal: procurad cosas honestas delante de todos los hombres.
18 Si es posible, cuanto es en vosotros, tened paz con todos los hombres.
19 No os venguéis a vosotros mismos, amados míos antes, dad lugar a la ira; porque escrito está: Mía es la venganza: yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer: si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo; antes vence con bien el mal.