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Pero tú habla las cosas que convienen a la sana doctrina:
Los hombres ancianos, que sean templados, honestos, prudentes, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia.
Las mujeres ancianas, asimismo, que se comporten santamente, no calumniadoras, ni dadas a mucho vino, sino maestras de lo bueno:
Para que enseñen a las mujeres jóvenes a ser prudentes, a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos,
A que sean templadas, castas, que tengan cuidado de la casa, buenas, sujetas a sus propios maridos; porque la palabra de Dios no sea blasfemada.
Exhorta asimismo a los jóvenes que sean sobrios.
En todas las cosas, dándote a ti mismo por ejemplo de buenas obras: en la doctrina mostrando incorrupción, honestidad, sinceridad,
Palabra sana que no puede ser condenada, para que el que es del partido contrario se avergüence, no teniendo mal alguno que decir de vosotros.
Exhorta a los siervos, que sean sujetos a sus propios señores, que les agraden en todo, no respondones;
10 En nada defraudando, sino mostrando toda buena lealtad; para que adornen en todo la doctrina de nuestro Salvador Dios.
11 Porque la gracia de Dios que trae salvación se ha manifestado a todos los hombres,
12 Enseñándonos que renunciando a la impiedad, y a las concupiscencias mundanas, vivamos sobriamente, justamente, y piadosamente, en este presente mundo;
13 Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la gloriosa venida del gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús;
14 Que se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de buenas obras.
15 Estas cosas habla, y exhorta, y reprende con toda autoridad: nadie te desprecie.