Oración de
Manasés
rey de Judá
cuando estuvo cautivo en Babilonia
La Oración de Manasés está reconocida como Escritura Deuterocanónica por las Iglesias Ortodoxa Griega y Ortodoxa Rusa. Está incluida en un apéndice de la Biblia Vulgata Latina.
1
Oh Señor Todopoderoso de los cielos, Dios de nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y de su justa descendencia, tú que has hecho el cielo y la tierra, con todo su orden, que has atado el mar con la palabra de tu mandamiento, que has cerrado el abismo y lo has sellado con tu terrible y glorioso nombre, a quien todas las cosas temen, sí, tiemblan ante tu poder, porque la majestad de tu gloria no se puede soportar, y la ira de tu amenaza contra los pecadores es insoportable. Tu promesa misericordiosa es inconmensurable e inescrutable, pues tú eres el Señor Altísimo, de gran compasión, paciente y abundante en misericordia, y te relajas ante el sufrimiento humano. Tú, Señor, según tu gran bondad has prometido el arrepentimiento y el perdón a los que han pecado contra ti. De tus infinitas misericordias, has señalado el arrepentimiento a los pecadores, para que se salven. Tú, pues, Señor, que eres el Dios de los justos, no has señalado el arrepentimiento a los justos, a Abraham, a Isaac y a Jacob, que no han pecado contra ti, sino que has señalado el arrepentimiento a mí, que soy un pecador. Porque he pecado más que el número de las arenas del mar. Mis transgresiones se han multiplicado, Oh Señor, mis transgresiones se han multiplicado, y no soy digno de contemplar y ver la altura del cielo por la multitud de mis iniquidades. 10 Estoy encorvado con muchos hierros, de modo que no puedo levantar la cabeza a causa de mis pecados, ni tengo alivio, pues he provocado tu ira y he hecho lo que es malo ante ti: No hice tu voluntad, ni guardé tus mandamientos. He puesto abominaciones, y he multiplicado las cosas detestables. 11 Ahora, pues, doblo la rodilla de mi corazón, pidiéndote gracia. 12 He pecado, Señor, he pecado, y reconozco mis iniquidades; 13 pero, te pido humildemente, perdóname, Señor, perdóname, y por favor no me destruyas con mis iniquidades. No te enfades conmigo para siempre, reservándome el mal. No me condenes a las partes bajas de la tierra. Porque tú, Señor, eres el Dios de los que se arrepienten. 14 En mí mostrarás toda tu bondad, pues me salvarás a mí, que soy indigno, según tu gran misericordia. 15 Entonces te alabaré para siempre todos los días de mi vida; porque todo el ejército del cielo canta tu alabanza, y tuya es la gloria por los siglos de los siglos. Amén.