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¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se apartó tu amado, y lo buscaremos contigo?
Mi amado descendió a su huerto, a las eras de los aromas para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.
Yo soy de mi amado, y mi amado es mío: Él apacienta entre los lirios.
Hermosa eres tú, oh amada mía, como Tirsa; de desear, como Jerusalén; imponente como un ejército con sus banderas.
Aparta tus ojos de delante de mí, porque ellos me vencieron. Tu cabello es como rebaño de cabras que se muestran de Galaad.
Tus dientes, como rebaño de ovejas que suben del lavadero, todas con crías mellizas, y estéril no hay entre ellas.
Como cachos de granada son tus mejillas entre tus guedejas.
Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, y las doncellas sin número:
Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; Es la única de su madre, la preferida de la que la engendró. La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; las reinas y las concubinas, y la alabaron.
10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como un ejército con sus banderas?
11 Al huerto de los nogales descendí, a ver los frutos del valle, y para ver si brotaban las vides, si florecían los granados.
12 Antes que lo supiera; mi alma me puso como los carros de Aminadab.
13 Vuelve, vuelve, oh sulamita; vuelve, vuelve, para poder mirarte. ¿Qué veréis en la sulamita? Algo como la reunión de dos campamentos.