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MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Muy amados, ahora nosotros somos hijos de Dios, y aún no es manifestado lo que hemos de ser: pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él porque le veremos como él es.
Y cualquiera que tiene esta esperanza en él se purifica a mismo, como él es puro.
Cualquiera que hace pecado, transgrede también la ley; porque el pecado es la transgresión de la ley.
Y vosotros sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Cualquiera que permanece en él, no peca: cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
Hijitos, ninguno os engañe: el que hace justicia es justo, como él también es justo.
El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para que destruya las obras del diablo.
Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado; porque su simiente mora en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10 En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio, que nos amemos unos a otros:
12 No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas.
13 Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece.
14 Nosotros sabemos que somos pasados de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
15 Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en .
16 En esto hemos conocido el amor de Dios, en que él puso su vida por nosotros; y nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
17 Pero el que tuviere bienes de este mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le cerrare sus entrañas de compasión, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
18 Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua; sino en obra y verdad:
19 Y en esto conocemos que nosotros somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él.
20 Porque si nuestro corazón nos condena, mayor es Dios que nuestro corazón, y conoce todas las cosas.
21 Carísimos, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos en Dios;
22 Y cualquiera cosa que pidiéremos, la recibiremos de él; porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Cristo Jesús, y nos amemos unos a otros, como nos lo ha mandado.
24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en él, y él en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.