1 Por tanto, puesto que tenemos este ministerioA 1 Cor 3:5, según hemos recibido misericordiaB 1 Cor 7:25, no desfallecemosC Luc 18:1; 2 Cor 4:16; Gál 6:9; Ef 3:13; 2 Tes 3:13; 2 sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso1 Lit., de la vergüenzaA Rom 6:21; 1 Cor 4:5, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de DiosB 2 Cor 2:17, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamosC 2 Cor 5:11, 12 a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios. 3 Y si todavía nuestro evangelioA 2 Cor 2:12 está veladoB 1 Cor 2:6 y sig.; 2 Cor 3:14, para1 Lit., en los que se pierdenC 1 Cor 1:18; 2 Cor 2:15 está velado, 4 en los cuales el dios de este mundoA Mat 13:22; Juan 12:31 ha cegado el entendimiento1 Lit., la menteB 2 Cor 3:14 de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de CristoC Hech 26:18; 2 Cor 3:18; 4:6, que es la imagen de Dios2 O, para que la luz...que es la imagen de Dios, no les amanezcaD Juan 1:18; Fil 2:6; Col 1:15; Heb 1:3. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismosA 1 Cor 4:15, 16; 1 Tes 2:6, 7, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor1 O, por medio de Jesús. 6 Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luzA Gén 1:3, es el que ha resplandecido en nuestros corazonesB 2 Ped 1:19, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de CristoC Hech 26:18; 2 Cor 4:4.

7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barroA Job 4:19; 10:9; 33:6; Lam 4:2; 2 Cor 5:1; 2 Tim 2:20, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotrosB Jue 7:2; 1 Cor 2:5. 8 Afligidos en todoA 2 Cor 1:8; 7:5, pero no agobiadosB 2 Cor 6:12; perplejosC Gál 4:20, pero no desesperados; 9 perseguidosA Juan 15:20; Rom 8:35, 36, pero no abandonadosB Sal 129:2; Heb 13:5; derribados, pero no destruidosC Sal 37:24; Prov 24:16; Miq 7:8; 10 llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte1 Lit., el morir de JesúsA Rom 8:36; Gál 6:17, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpoB Rom 6:5, 8. 11 Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo1 Lit., nuestra carne mortal. 12 Así que en nosotros obra la muerte, pero en vosotros, la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de feA 1 Cor 12:9, según lo que está escrito: Crei, por tanto hableB Sal 116:10, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos; 14 sabiendo que aquel que resucitó al Señor JesúsA Hech 2:24, a nosotros también nos resucitará con JesúsB 1 Tes 4:14, y nos presentará juntamente con vosotrosC Luc 21:36; Ef 5:27; Col 1:22; Jud 24. 15 Porque todo esto es por amor a vosotros1 O, para bien vuestroA Rom 8:28; 2 Cor 1:6, para que la gracia que se está extendiendo por medio de muchos, haga que las acciones de gracias abunden para la gloria de DiosB 1 Cor 9:19; 2 Cor 1:11.

16 Por tanto no desfallecemosA 2 Cor 4:1, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interiorB Rom 7:22 se renuevaC Isa 40:29, 31; Col 3:10 de día en día. 17 Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparaciónA Rom 8:18, 18 al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se venA Rom 8:24; 2 Cor 5:7; Heb 11:1, 13; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.