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Por David.
A ti, Yahvé, te llamo.
Mi roca, no seas sordo a mí,
No sea que, si te quedas callado ante mí,
Me volvería como los que bajan a la fosa.
Escucha la voz de mis peticiones, cuando clamo a ti,
cuando alzo mis manos hacia tu Lugar Santísimo.
No me arrastres con los malvados,
con los obreros de la iniquidad que hablan de paz con sus vecinos,
pero la maldad está en sus corazones.
Dales según su trabajo y según la maldad de sus obras.
Dales según el funcionamiento de sus manos.
Devuélveles lo que se merecen.
Porque no respetan las obras de Yahvé,
ni la operación de sus manos,
los derribará y no los construirá.
 
Bendito sea Yahvé,
porque ha escuchado la voz de mis peticiones.
Yahvé es mi fuerza y mi escudo.
Mi corazón ha confiado en él y me ha ayudado.
Por eso mi corazón se alegra enormemente.
Con mi canción le daré las gracias.
Yahvé es su fuerza.
Es un baluarte de salvación para sus ungidos.
Salva a tu gente,
y bendice tu herencia.
Sé también su pastor,
y los soportará para siempre.