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Salmo de David, para recordar.
OH SEÑOR, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira.
Porque tus saetas descendieron a mí, y sobre mí ha caído tu mano.
No hay sanidad en mi carne a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos a causa de mi pecado.
Porque mis iniquidades han pasado mi cabeza: como carga pesada se han agravado sobre mí.
Pudriéronse, corrompiéronse mis llagas, a causa de mi locura.
Estoy encorvado, estoy humi­llado en gran manera, ando enlu­tado todo el día.
Porque mis lomos están llenos de ardor, y no hay sanidad en mi carne.
Estoy debilitado y molido en gran manera; bramo a causa de la conmoción de mi corazón.
Señor, delante de ti están todos mis deseos; y mi suspiro no te es oculto.
10 Mi corazón está acongojado, hame dejado mi vigor; y aun la misma luz de mis ojos no está conmigo.
11 Mis amigos y mis compañe­ros se quitaron de delante de mi plaga; y mis cercanos se pusie­ron lejos.
12 Y los que buscan mi vida arman lazos; y los que procuran mi mal hablan iniquidades, e imaginan engaños todo el día.
13 Mas yo, como si fuera sordo, no oía; y estaba como un mudo, que no abre su boca.
14 Fui pues como un hombre que no oye, y que en su boca no tiene reprensiones.
15 Porque en ti, oh SEÑOR, esperé yo: tú responderás, oh Señor Dios mío.
16 Porque dije: Que no se ale­gren de mí: cuando mi pie resba­laba, sobre mí se engrandecían.
17 Empero yo estoy a pique de claudicar, y mi dolor está delante de mí continuamente.
18 Por tanto denunciaré mi mal­dad; congojaréme por mi peca­do.
19 Porque mis enemigos están vivos y fuertes: y hanse aumenta­do los que me aborrecen sin causa:
20 Y pagando mal por bien me son contrarios, por seguir yo lo bueno.
21 No me desampares, oh SEÑOR: Dios mío, no te alejes de mí.
22 Apresúrate a ayudarme, oh Señor, mi salvación.