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Al Músico principal, a Jedutún: Salmo de David.
YO dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua: guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío fuere contra mí.
Enmudecí con silencio, callé­me aun respecto de lo bueno: y excitóse mi dolor.
Enardecióse mi corazón dentro de mí; encendióse fuego en mi meditación, y así hablé con mi lengua:
Hazme saber, SEÑOR, mi fin, y cuál sea la medida de mis días; para que sepa yo cuán frágil soy.
He aquí diste a mis días térmi­no corto, y mi edad es como nada delante de ti: ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah.
Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se inquieta: junta, y no sabe quién lo allegará.
Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza en ti está.
Líbrame de todas mis rebelio­nes; no me pongas por escarnio del insensato.
Enmudecí, no abrí mi boca; porque tú lo hiciste.
10 Quita de sobre mí tu plaga; de la guerra de tu mano soy consu­mido.
11 Con castigos sobre el pecado corriges al hombre, y haces con­sumirse como de polilla su gran­deza: ciertamente vanidad es todo hombre. Selah.
12 Oye mi oración, oh SEÑOR, y escucha mi clamor: no calles a mis lágrimas; porque peregrino soy para contigo, y advenedizo, como todos mis padres.
13 Déjame, y tomaré fuerzas, antes que me vaya y no sea más.