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Y MOSTRÓME a Josué, el gran sacerdote, el cual estaba delante del ángel del SEÑOR; y Satanás estaba a su mano derecha para resistirle.
Y dijo el SEÑOR a Satanás: El SEÑOR te reprenda, oh Satanás; Sí, el SEÑOR que ha escogido a Jerusalem, te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?
Y Josué estaba vestido de vesti­mentas viles, y estaba delante del ángel.
Y él respondió y habló a los que estaban delante de sí, diciendo: Quitadle esas vestimentas viles. Y a él dijo: Mira que he hecho pasar tu iniquidad de ti, y te vestiré con cambio de ropa.
Y yo dije: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistiéronle de ropas. Y el ángel del SEÑOR estaba en pie.
Y el ángel del SEÑOR protes­tó al mismo Josué, diciendo:
Así dice el SEÑOR de los ejér­citos: Si anduvieres por mis cami­nos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también tú guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré plaza.
Escucha pues ahora, Josué gran sacerdote, tú, y tus amigos que se sientan delante de ti; por­que son varones admirables: He aquí, yo traigo a mi siervo, el RENUEVO.
Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra habrán siete ojos: he aquí, yo grabaré su escultura, dice el SEÑOR de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día.
10 En aquel día, dice el SEÑOR de los ejércitos, cada uno de vosotros llamará a su vecino debajo de la vid, y debajo de la higuera.