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Y VOLVIÓ el ángel que hablaba conmigo, y despertóme como un hombre que es despertado de su sueño.
Y díjome: ¿Qué ves? Y yo dije: He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con un tazón encima, y sus siete lámparas encima; y siete tubos para las lámparas que están encima de él;
Y sobre él dos olivos, el uno al lado derecho del tazón, y el otro al lado izquierdo.
Entonces contesté, y hablé a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué son éstos, señor mío?
Y el ángel que hablaba conmi­go respondió, y díjome: ¿No sabes qué son éstos? Y dije: No, señor mío.
Entonces respondió y hablóme, diciendo: Ésta es la palabra del SEÑOR a Zorobabel, en que se dice: No con fuerza, ni con poder, sino con mi espíritu, dice el SEÑOR de los ejércitos.
¿Quién eres tú, oh gran montaña? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; y él sacará la piedra angular con aclamaciones: Gracia, gracia a ella.
Y vino la palabra del SEÑOR a mí, diciendo:
Las manos de Zorobabel echa­rán el fundamento a esta casa, y sus manos la acabarán; y conoce­rás que el SEÑOR de los ejérci­tos me envió a vosotros.
10 Porque, ¿quién ha menospreciado el día de las pequeñeces? Pues se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Esos siete son los ojos del SEÑOR que recorren por toda la tierra.
11 Entonces respondí, y díjele: ¿Qué son estos dos olivos al lado derecho del candelero, y a su lado izquierdo?
12 Respondí aún de nuevo, y díjele: ¿Qué son estas dos ramas de olivos que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?
13 Y respondióme, diciendo: ¿No sabes qué son éstas? Y dije: SEÑOR mío, no.
14 Entonces él dijo: Éstos son los dos ungidos que están delante del SEÑOR de toda la tierra.