4
AHORA pues, oh Israel, oye los estatutos y derechos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis, y poseáis la tierra que el SEÑOR el Dios de vuestros padres te da.
No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los man­damientos del SEÑOR vuestro Dios que yo os ordeno.
Vuestros ojos vieron lo que hizo el SEÑOR con motivo de Baal-peor; que a todo hombre que fue en pos de Baal-peor des­truyó el SEÑOR tu Dios de en medio de ti.
Mas vosotros que os allegasteis al SEÑOR vuestro Dios, todos estáis vivos hoy.
Mirad, yo os he enseñado esta­tutos y derechos, como el SEÑOR mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para poseerla.
Guardadlos, pues, y ponedlos por obra: porque ésta es vuestra sabiduría y vuestro entendimien­to en ojos de los pueblos, los cua­les oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta.
Porque ¿qué nación tan grande hay que tenga a Dios tan cerca a sí, como lo está el SEÑOR nuestro Dios en todo en cuanto le pedimos?
Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y derechos justos, como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida: y enseñarlas has a tus hijos, y a los hijos de tus hijos;
10 El día que estuviste delante del SEÑOR tu Dios en Horeb, cuando el SEÑOR me dijo: Júntame el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cua­les aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra: y las enseñarán a sus hijos;
11 Y os llegasteis, y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio del cielo con tinieblas, nube, y oscuridad.
12 Y habló el SEÑOR con voso­tros de en medio del fuego: oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis:
13 Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra, los diez mandamientos; y escri­biólas en dos tablas de piedra.
14 A mí también me mandó el SEÑOR entonces enseñaros los estatutos y derechos, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis para poseerla.
15 Guardad pues mucho vuestras almas: pues ninguna figura vis­teis el día que el SEÑOR habló con vosotros de en medio del fuego:
16 Porque no os corrompáis, y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra,
17 Figura de algún animal que sea en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire,
18 Figura de ningún animal que vaya arrastrando por la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra:
19 Y porque alzando tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, no seas incitado, y te incli­nes a ellos, y les sirvas; que el SEÑOR tu Dios los ha concedi­do a todos los pueblos debajo de todo el cielo.
20 Pero a vosotros el SEÑOR os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que le seáis por pueblo de heredad como en este día.
21 Y el SEÑOR se enojó contra mí sobre vuestros negocios, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra, que el SEÑOR tu Dios te da por heredad.
22 Así que yo voy a morir en esta tierra; y no paso el Jordán: mas vosotros pasaréis, y poseeréis aquella buena tierra.
23 Guardaos no os olvidéis del pacto del SEÑOR vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y os hagáis escultura o imagen de cualquier cosa, que el SEÑOR tu Dios te ha vedado.
24 Porque el SEÑOR tu Dios es fuego que consume, Dios celoso.
25 Cuando hubiereis engendrado hijos y nietos, y hubiereis enveje­cido en la tierra, y os corrompie­reis, e hiciereis escultura o ima­gen de cualquier cosa, e hiciereis mal en ojos del SEÑOR vuestro Dios, para enojarlo;
26 Yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que presto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para poseerla: no estaréis en ella largos días sin que seáis destruí­dos.
27 Y el SEÑOR os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las gentes a las cuales os llevará el SEÑOR:
28 Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, a madera y a piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.
29 Mas si desde allí buscares al SEÑOR tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.
30 Cuando estuviereis en angus­tia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres al SEÑOR tu Dios, y oyeres su voz;
31 Porque Dios misericordioso es el SEÑOR tu Dios; no te deja­rá, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres que les juró.
32 Porque pregunta ahora de los tiempos pasados, que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, y desde el un cabo del cielo al otro, si se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella.
33 ¿Ha oído pueblo la voz de Dios, que hablase de en medio del fuego, como tú la has oído, y vivido?
34 ¿O ha Dios probado a venir a tomar para sí nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros, y con gue­rra, y mano fuerte, y brazo exten­dido, y grandes espantos, según todas las cosas que hizo con vosotros el SEÑOR vuestro Dios en Egipto ante tus ojos?
35 A ti te fue mostrado, para que supieses que el SEÑOR él es Dios; no hay más fuera de él.
36 Del cielo te hizo oír su voz, para enseñarte: y sobre la tierra te mostró su gran fuego: y has oído sus palabras de en medio del fuego.
37 Y por cuanto él amó a tus padres, escogió su simiente des­pués de ellos, y sacóte delante de sí de Egipto con su gran poder;
38 Para echar de delante de ti naciones grandes y más fuertes que tú, y para introducirte, y darte su tierra por heredad, como hoy.
39 Aprende pues hoy, y reduce a tu corazón que el SEÑOR él es el Dios arriba en el cielo, y abajo sobre la tierra; no hay otro.
40 Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, que yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolon­gues tus días sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da para siempre.
41 Entonces apartó Moisés tres ciudades de esta parte del Jordán al nacimiento del sol,
42 Para que huyese allí el homicida que matase a su prójimo por yerro, sin haber tenido enemistad con él desde ayer ni antes de ayer; y que huyendo a una de estas ciudades salvara la vida:
43 A Beser en el desierto, en tie­rra de la llanura, de los rubenitas; y a Ramot en Galaad, de los gaditas; y a Golán en Basán, de los de Manasés.
44 Ésta, pues, es la ley que Moisés propuso delante de los hijos de Israel.
45 Éstos son los testimonios, y los estatutos, y los derechos, que Moisés notificó a los hijos de Israel, cuando hubieron salido de Egipto;
46 De esta parte del Jordán, en el valle delante de Bet-peor, en la tierra de Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, al cual hirió Moisés con los hijos de Israel, cuando hubie­ron salido de Egipto:
47 Y poseyeron su tierra, y la tie­rra de Og rey de Basán; dos reyes de los amorreos que estaban de esta parte del Jordán, al naci­miento del sol:
48 Desde Aroer, que está junto a la ribera del arroyo de Arnón, hasta el monte de Sión, que es Hermón;
49 Y toda la llanura de esta parte del Jordán, al oriente, hasta el mar del llano, las vertientes de las aguas abajo del Pisga.