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ASÍ dijo el SEÑOR: ¿Qué es de la carta de divorcio de vuestra madre, con la cual yo la repudié? ¿o quiénes son mis acreedores, a quienes os he yo vendido? He aquí que por vuestras iniquidades sois vendidos, y por vuestras transgresiones fue repudiada vuestra madre:
Porque vine, y nadie pareció; llamé, y nadie respondió. ¿Ha llegado a acortarse mi mano, para no redimir? ¿no hay en mí poder para librar? He aquí que con mi reprensión hago secar el mar; torno los ríos en desierto, hasta pudrirse sus peces, y morir­se de sed por falta de agua.
Visto de oscuridad los cielos, y torno como cilicio su cobertura.
El Señor DIOS me dio lengua de sabios, para saber hablar en sazón palabra al cansado; des­pertará de mañana, despertaráme de mañana oído, para que oiga como los sabios.
El Señor DIOS me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me torné atrás.
Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos.
Porque el Señor DIOS me ayu­dará; por tanto no me avergoncé: por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré aver­gonzado.
Cercano está de mí el que me justifica; ¿quién contenderá con­migo? juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? acérque­se a mí.
He aquí que el Señor DIOS me ayudará; ¿quién hay que me con­dene? He aquí que todos ellos como ropa de vestir se envejece­rán; los comerá polilla.
10 ¿Quién hay entre vosotros que teme al SEÑOR, y oye la voz de su siervo? el que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre del SEÑOR, y apó­yese en su Dios.
11 He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y estáis cerca­dos de centellas: andad a la luz de vuestro fuego, y a las centellas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados.