51
OIDME, los que seguís justicia, los que buscáis al SEÑOR: mirad a la roca de donde fuisteis cortados, y a la caverna de la fosa de donde fuisteis arrancados.
Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os parió; por­que solo lo llamé, y bendíjelo, y multipliquélo.
Ciertamente consolará el SEÑOR a Sión: consolará todas sus soledades, y tornará su desierto como Edén, y su soledad como huerto del SEÑOR; hallarse ha en ella alegría y gozo, acción de gracias y voz de melodía.
Estad atentos a mí, pueblo mío, y oidme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi juicio des­cubriré para luz de pueblos.
Cercana está mi justicia, salido ha mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos: a mí esperarán las islas, y en mi brazo pondrán su esperanza.
Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra: porque los cielos serán deshe­chos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores: mas mi salvación será por siempre, mi justicia no perecerá.
Oidme, los que conocéis justi­cia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus denuestos.
Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; mas mi justicia permanecerá por siempre, y mi salvación por generación a gene­ración.
Despiértate, despiértate, vístete de fortaleza, oh brazo del SEÑOR; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón?
10 ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del grande abismo; el que al profundo del mar tornó en camino, para que pasasen los redimidos?
11 Cierto, tornarán los redimidos del SEÑOR, volverán a Sión cantando, y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: poseerán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán.
12 Yo, yo soy vuestro consola­dor. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, del hijo del hombre, que por heno será contado?
13 Y haste ya olvidado del SEÑOR tu Hacedor, que exten­dió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamen­te del furor del que aflige, cuan­do se disponía para destruir: mas ¿en dónde está el furor del que aflige?
14 El preso se da prisa para ser suelto, por no morir en la maz­morra, ni que le falte su pan.
15 Pero yo el SEÑOR, que parto el mar, y suenan sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es el SEÑOR de los ejércitos.
16 Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, para que plantase los cielos y fundase la tierra, y que dijese a Sión: Pueblo mío eres tú.
17 Despierta, despierta, levánta­te, oh Jerusalem, que bebiste de la mano del SEÑOR la copa de su furor; las heces de la copa de aturdimiento bebiste, y chupaste.
18 De todos los hijos que parió, no hay quien la gobierne; ni quien la tome por su mano de todos los hijos que crió.
19 Estas dos cosas te han acaeci­do; ¿quién se dolerá de ti? asola­miento y quebrantamiento, ham­bre y espada. ¿Quién te consola­rá?
20 Tus hijos desmayaron, estu­vieron tendidos en las encrucija­das de todos los caminos, como buey montaraz en la red, llenos del furor del SEÑOR, de la ira del Dios tuyo.
21 Oye pues ahora esto, misera­ble, ebria, y no de vino:
22 Así dice tu Señor, el SEÑOR y tu Dios, el cual pleitea por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano la copa de aturdimiento, la hez de la copa de mi furor; nunca más lo beberás:
23 Y ponerlo he en mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma: Encórvate, y pasaremos. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, a los que pasan.