12
1 Cuando también él sufrió el bendito martirio y murió en la caldera en la que había sido arrojado, se presentó el séptimo, el más joven de todos,
2 del que el tirano, compadecido, aunque había sido terriblemente reprochado por su parentela,
3 viéndolo ya rodeado de cadenas, lo hizo acercar y se esforzó en aconsejarle, diciendo:
4 “Ya ves el fin de la locura de tu parentela, pues han muerto torturados por la desobediencia. Tú, si eres desobediente, habiendo sido miserablemente atormentado, perecerás tú mismo prematuramente.
5 Pero si obedeces, serás mi amigo y tendrás a tu cargo los asuntos del reino”.
6 Después de haberle exhortado así, mandó llamar a la madre del muchacho, para que, mostrándole compasión por la pérdida de tantos hijos, la inclinara, por la esperanza de seguridad, a hacer obedecer al superviviente.
7 Él, después de que su madre le instara en lengua hebrea, (como pronto relataremos) dijo:
8 “Libérame para que pueda hablar al rey y a todos sus amigos.”
9 Ellos, regocijados en extremo por la promesa del joven, lo soltaron rápidamente.
10 Él, corriendo hacia las cacerolas, dijo:
11 “Tirano impío, y hombre muy blasfemo, ¿no te has avergonzado, habiendo recibido prosperidad y un reino de Dios, de matar a sus siervos y de atormentar a los hacedores de la piedad?
12 Por eso la venganza divina te reserva para el fuego y los tormentos eternos, que se aferrarán a ti para siempre.
13 ¿No te avergüenza, hombre como eres, pero muy salvaje, cortar la lengua a hombres de sentimientos y origen semejantes, y habiendo abusado así de ellos torturarlos?
14 Pero ellos, muriendo valientemente, cumplieron con su religión hacia Dios.
15 Pero vosotros gemiréis como merecéis por haber matado sin causa a los campeones de la virtud.
16 Por eso — continuó — yo mismo, estando a punto de morir,
17 no abandonaré a mi parentela.
18 Invoco al Dios de mis padres para que sea misericordioso con mi raza.
19 Pero a vosotros, vivos y muertos, os castigará”.
20 Habiendo orado así, se arrojó a las ollas, y así expiró.