18
1 Oh hijos de Israel, descendientes de la semilla de Abraham, obedeced esta ley y sed religiosos en todos los sentidos,
2 sabiendo que el razonamiento religioso es señor de las emociones, y éstas no sólo hacia adentro sino hacia afuera.
3 Por lo tanto, aquellas personas que entregaron sus cuerpos a los dolores por causa de la religión no sólo fueron admiradas por los hombres, sino que fueron consideradas dignas de una porción divina.
4 Por medio de ellos, la nación obtuvo la paz, y habiendo renovado la observancia de la ley en su país, expulsó al enemigo del país.
5 El tirano Antíoco fue castigado en la tierra, y es castigado ahora que está muerto; pues cuando fue totalmente incapaz de obligar a los israelitas a adoptar costumbres extranjeras y a abandonar el modo de vida de sus padres,
6 entonces, partiendo de Jerusalén, hizo la guerra contra los persas.
7 La justa madre de los siete hijos habló también de la siguiente manera a su descendencia: “Yo era una virgen pura, y no salí de la casa de mi padre, sino que cuidé la costilla de la que fue hecha la mujer.
8 Ningún destructor del desierto o asaltante de la llanura me hirió, ni la serpiente destructiva y engañosa hizo botín de mi casta virginidad. Permanecí con mi esposo durante el tiempo de mi madurez.
9 Cuando estos, mis hijos, llegaron a la madurez, su padre murió. Él fue bendecido. Porque habiendo buscado una vida de fecundidad en los hijos, no se afligió con un período de pérdida de hijos.
10 Solía enseñarles, cuando aún estaban con ustedes, la ley y los profetas.
11 Te leía sobre el asesinato de Abel por Caín, la ofrenda de Isaac y el encarcelamiento de José.
12 Solía hablarte del celoso Finehas, y te informaba sobre Ananías, Azarías y Misael en el fuego.
13 Solía glorificar a Daniel, que estaba en el foso de los leones, y lo declaraba bendito.
14 Solía recordarte la escritura de Esaías, que dice: “Aunque pases por el fuego, no te quemará”.
15 Te cantó a David, el escritor de himnos, que dice: “Muchas son las aflicciones del justo.”
16 Declaró los proverbios de Salomón, que dice: “Es un árbol de vida para todos los que hacen su voluntad.”
17 Confirmó lo que dijo Ezequiel: “¿Vivirán estos huesos secos?”
18 Porque no olvidó el cántico que enseñó Moisés, proclamando: “Yo mataré y haré vivir.”
19 Esta es nuestra vida y la duración de nuestros días.
20 ¡Oh, aquel día amargo, y sin embargo no amargo, en que el amargo tirano de los griegos, apagando fuego con fuego en sus crueles calderas, llevó con hirviente rabia a los siete hijos de la hija de Abraham al potro de tortura y a todos sus tormentos!
21 Les perforó las bolas de los ojos, les cortó la lengua y los condenó a muerte con diversos suplicios.
22 Por eso la retribución divina persiguió y perseguirá al infeliz.
23 Pero los hijos de Abraham, con su madre victoriosa, están reunidos en el coro de su padre, habiendo recibido de Dios almas puras e inmortales.
24 A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.