15
¡Oh, razonamiento de los hijos, señor de las emociones, y religión más deseable para una madre que los hijos! La madre, cuando se le presentaron dos cosas, la religión y la seguridad de sus siete hijos por un tiempo, sobre la promesa condicional de un tirano, eligió más bien la religión que según Dios preserva a la vida eterna. ¡De qué manera puedo describir éticamente el afecto de los padres hacia sus hijos, la semejanza de alma y de forma impresa en el pequeño tipo de un niño de manera maravillosa, especialmente por la mayor simpatía de las madres con los sentimientos de los nacidos de ellas! Pues por lo mucho que las madres son por naturaleza débiles en disposición y prolíficas en descendencia, por lo mucho que son más afectuosas con los hijos. De todas las madres, la más cariñosa con los hijos fue la madre de los siete, que en siete partos había engendrado profundamente el amor hacia ellos. A causa de los muchos dolores sufridos en relación con cada uno de ellos, se vio obligada a sentir simpatía por ellos; sin embargo, por temor a Dios, descuidó la salvación temporal de sus hijos. No sólo eso, sino que, debido a la excelente disposición a la ley, su afecto maternal hacia ellos se incrementó. 10 Porque ambos eran justos y templados, y valientes, de gran altura de miras, y querían tanto a sus parientes, que hasta la muerte la obedecían observando la ley.
11 Sin embargo, aunque había tantas circunstancias relacionadas con el amor a los hijos para atraer a una madre a la simpatía, en el caso de ninguno de ellos las diversas torturas fueron capaces de pervertir su principio. 12 Pero ella inclinó a cada uno por separado y a todos juntos a la muerte por la religión. 13 ¡Oh, naturaleza santa y sentimiento paternal, y recompensa de educar a los hijos, y afecto maternal inconquistable! 14 A la hora de atormentar y asar a cada uno de ellos, la madre observadora se vio impedida por la religión a cambiar. 15 Ella vio cómo la carne de sus hijos se disolvía alrededor del fuego, y sus extremidades se estremecían en el suelo, y la carne de sus cabezas caía hacia adelante hasta sus barbas, como si fueran máscaras.
16 ¡Oh tú, madre, que fuiste probada en este momento con dolores más amargos que los del nacimiento! 17 ¡Oh tú, única mujer que has producido la santidad perfecta! 18 Tu primogénito, expirando, no te convirtió, ni el segundo, mirando miserablemente en sus tormentos, ni el tercero, exhalando su alma. 19 ¡No lloraste cuando viste los ojos de cada uno de ellos mirando con severidad sus torturas, y sus fosas nasales presagiando la muerte! 20 Cuando viste la carne de los niños amontonada sobre la carne de los niños arrancada, las cabezas decapitadas sobre las cabezas, los muertos cayendo sobre los muertos, y un coro de niños convertido por la tortura en un cementerio, no te lamentaste. 21 ¡No así las melodías de las sirenas o los cantos de los cisnes atraen a los oyentes a escuchar, oh voces de niños que llaman a su madre en medio de los tormentos! 22 ¡Con qué y qué clase de tormentos fue torturada la propia madre, mientras sus hijos se sometían a la rueda y a los fuegos! 23 Pero el razonamiento religioso, habiendo fortalecido su valor en medio de los sufrimientos, le permitió renunciar, por el momento, al amor paterno.
24 Aunque viendo la destrucción de siete hijos, la noble madre, después de un abrazo, se despojó de sus sentimientos por la fe en Dios. 25 Pues como en una sala de consejo, viendo en su propia alma a los consejeros vehementes, a la naturaleza y a la filiación y al amor de sus hijos, y al atropello de sus hijos, 26 teniendo dos votos, uno para la muerte, el otro para la preservación de sus hijos, 27 no se inclinó por el que hubiera salvado a sus hijos por la seguridad de un breve espacio. 28 Pero esta hija de Abraham se acordó de su santa fortaleza.
29 ¡Oh, santa madre de una nación, vengadora de la ley, defensora de la religión y primera portadora en la batalla de los afectos! 30 ¡Oh tú, más noble en la resistencia que los varones, y más valiente que los hombres en la perseverancia! 31 Pues como la nave de Noé, que llevaba el mundo en el diluvio que lo llenaba, aguantó contra las olas, 32 así tú, guardiana de la ley, cuando estabas rodeada por todas partes por el diluvio de las emociones, y asaltada por violentas tormentas que eran los tormentos de tus hijos, aguantaste noblemente contra las tormentas contra la religión.