16
1 Si, pues, incluso una mujer, y eso que era anciana y madre de siete hijos, soportó ver los tormentos de sus hijos hasta la muerte, hay que admitir que la razón religiosa es dueña incluso de las emociones.
2 He demostrado, pues, que no sólo los hombres han obtenido el dominio de sus emociones, sino también que una mujer despreció los mayores tormentos.
3 Los leones que rodeaban a Daniel no eran tan feroces, ni el horno de Misael ardía con los fuegos más vehementes, como el amor natural a los hijos que ardía en ella, cuando vio torturar a sus siete hijos.
4 Pero con el razonamiento de la religión la madre apagó emociones tan grandes y poderosas.
5 Porque debemos considerar también esto: que, si la mujer hubiera tenido el corazón débil, por ser su madre, se habría lamentado por ellos, y tal vez habría hablado así:
6 “¡Ah! soy desgraciada y muchas veces miserable, que habiendo nacido siete hijos, no he llegado a ser madre de ninguno.
7 Oh, siete partos inútiles, y siete períodos de parto sin provecho, y mamadas infructuosas, y amamantamientos miserables.
8 En vano, por vosotros, oh hijos, he soportado muchos dolores y las más difíciles angustias de la crianza.
9 Ay, de mis hijos, algunos de vosotros solteros, y otros que se han casado sin provecho, no veré a vuestros hijos, ni tendré la alegría de ser abuela.
10 ¡Ah, que yo, que tuve muchos y hermosos hijos, sea una viuda solitaria y llena de penas!
11 Ni, si muero, tendré un hijo que me entierre”. Pero con semejante lamento, la santa y temerosa madre no lloró por ninguno de ellos.
12 Ni apartó a ninguno de ellos de la muerte, ni se afligió por ellos como por los muertos.
13 Sino que, como poseída de una mente firme, y como quien vuelve a dar a luz a todos sus hijos a la inmortalidad, más bien los instó a la muerte en nombre de la religión.
14 Oh, mujer, soldado de Dios por la religión, tú, anciana y mujer, has vencido por medio de la resistencia incluso a un tirano; y aunque débil, has sido encontrada más poderosa en los hechos y en las palabras.
15 Pues cuando fuiste apresada junto con tus hijos, te quedaste mirando a Eleazar en el suplicio, y dijiste a tus hijos en lengua hebrea:
16 “Oh hijos, es noble la contienda a la que habéis sido llamados como testigos de la nación, luchad celosamente por las leyes de vuestra patria.
17 Porque sería vergonzoso que este anciano soportara dolores por causa de la justicia, y que vosotros, que sois más jóvenes, tuvierais miedo de los suplicios.
18 Recordad que, por medio de Dios, obtuvisteis la existencia y la habéis disfrutado.
19 Por tanto, debéis soportar toda aflicción por causa de Dios.
20 Porque también nuestro padre Abraham se empeñó en sacrificar a Isaac, nuestro progenitor, y no se estremeció al ver que su propia mano paterna descendía con la espada sobre él.
21 El justo Daniel fue arrojado a los leones; y Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego, pero resistieron por Dios.
22 Vosotros, pues, teniendo la misma fe hacia Dios, no os turbéis.
23 Porque no es razonable que los que conocen la religión no se pongan de pie ante los problemas.
24 Con estos argumentos, la madre de los siete, exhortando a cada uno de sus hijos, los animaba y persuadía a no transgredir el mandamiento de Dios.
25 También vieron esto: que los que mueren por Dios, viven para Dios, como Abraham, Isaac, Jacob y todos los patriarcas.